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jueves, 11 de diciembre de 2014

“PARA QUE AMO LA VIDA, SI ESTOY CASADA CON LA MUERTE” (PARTE 3/3)


¿Alguna vez se han puesto a pensar, o han caído en la cuenta, que para que pueda haber vida, antes primero tuvo que haber muerte?

No fue fácil llegar a esta conclusión, la verdad debo decirlo, sólo pude lograrlo una vez logré ver el mundo como realmente es, y no cómo otros seres humanos habrían querido que lo viera. Esto implica ver el mundo fuera de cualquier contexto político, económico y religioso aunque valga decir, que en estas tres esferas humanas, también se aprecia el concepto de muerte, lo que pasa es que cada una le agrega elementos inapropiados y manipuladores que tergiversan por completo la belleza que ésta realmente tiene. Y sí, todos estos escritos anteriores, más este es solamente para poderles explicar el por qué, amo la muerte tanto como amo la vida. La diferencia es que a mí me costó años entenderlo, y yo he podido expresarlos o resumirlo en unos cuantos textos.

La pregunta inicial de este texto no quiere indicar que sea primero la muerte que la vida, de hecho, para que haya muerte, a su vez primero tuvo que haber vida, lo cual es un ciclo perfecto del universo, en el cual, sin el uno, el otro no podría ser.

Los antropólogos con sus teorías evolucionistas, nos han reseñado que la evolución humana, hasta donde la conocemos hoy en día ha llegado hasta el Homo Sapiens-Sapiens, el cual significa “hombre pensante” sin embargo dentro de esta categoría de Homo Sapiens-Sapiens, puedo hacer tres subdivisiones que explican más en concreto, cómo somos realmente los seres humanos, las cuales son: 'Homo Sapiens Comunnis', 'Homo Sapiens Arbitrium' y finalmente el 'Creo Homo Sapiens'. Sobre estos tres, me referiré en detalle en una nueva serie de tres entradas que iniciará en la próxima semana.

Sin embargo es importante reseñar que a lo largo de la historia de cada una de las diferentes culturas y comunidades que han existido, se observan los tres Homo Sapiens mencionados, siendo el primero el gran seguidor de masas, el segundo, el que aprovecha a las masas, y el tercero el que realmente hace hago que arrastra a los otros dos a una evolución ya sea social, cultural, político, económico, religioso, tecnológico etc. ¿Pero cómo se relaciona todo lo anterior con la muerte? Los 'Homo Sapiens Comunnis' viven siempre a la expectativa de cuáles son los principios rectores que los otros dos homos les dictarán. De allí que para algunas culturas, los ritos en favor de la muerte varíen significativamente. Para la gran mayoría es un sinónimo de dolor y tristeza, para un pequeño grupo intermedio lo toman como algo que simplemente tiene que pasar, sin darle una mayor trascendencia, y un grupo minoritario son aquellos que hacen una fiesta ante el suceso de muerte. Debo decir que mi posición particular es la del segundo grupo, de los que no le damos mayor transcendencia al proceso de muerte, porque hemos preparado nuestra vida, nuestro diario actuar a ser conscientes que ésta en cualquier momento y sin previo aviso, llegará tanto para nosotros como para los que nos rodea. De allí de preocuparnos por tener un estilo de vida en donde disfrutamos al máximo cada momento y cada segundo que ocurre.

Esto sin duda hace que se modifique por completo el concepto de felicidad, o al menos con relación al significado más común que tienen las personas. Para una inmensa mayoría, la felicidad está relacionada con sonreír todo el tiempo, y con no tener problemas o dificultades algunas. En el concepto de felicidad que he aprendido con el estudio y reflexión sobre la vida y la muerte, esta es entendida como 'la plenitud del momento en sí en el que se ve evaluada si la persona es feliz o no'. En otras palabras, la felicidad nunca será completa, y por el contrario se podría afirmar que “se es feliz en el hogar, pero no en el trabajo, o viceversa”. Algunas Personas hemos aprendido la capacidad de tener que sortear un problema en un determinado momento del día,  y a los pocos minutos cambiar totalmente de situación, en donde el problema anterior allá quedó, dedicándonos a vivir y disfrutar exclusivamente de ese nuevo momento. Por su puesto que no es algo fácil de hacer, incluso no solo basta saberlo, sino, cómo muchas otras cosas de la vida, practicarlo y meditarlo tantas veces como sea necesario. Al principio se podrá flaquear, pero confío en que, quienes lean estas líneas, al hacerlo de una manera mucho más consciente y directa, el proceso se facilite. De esta forma podemos entonces concluir que la felicidad es el estado de plenitud que vivimos momento a momento de nuestras vidas, sorteando cada uno de los obstáculos que la misma nos pueda presentar. Si lo analizamos de esta forma, podremos estar entonces preparados y conscientes para cualquier proceso de muerte, por más inesperado que esta pueda hacer.

Hay dos premisas importantes que debemos tener en cuenta como ayuda adicional cuando afrontamos estos procesos. El primero de ellos es disfrutar al máximo de las personas y objetos que nos rodean y de los momentos que vivimos. En numerosas ocasiones he podido observar como los sentimientos de culpa generados ante cualquier proceso de pérdida, la premisa principal es “hace tanto no compartía con esta persona y ya no podré volver a hacerlo”. Podrá sonar a frase trillada, pero la realidad es que el momento es ya, es el ahora. Una llamada telefónica, una visita sorpresa, un mensaje en redes sociales, así sea en el chat de moda en el celular, cualquier cosa será ampliamente valiosa, y nos permitirá por un lado afianzar lazos, bien sea de amistad o compañerismos, o familiares, etc, y por el otro, nuestro inconsciente automáticamente valorará todos esos momentos compartidos, mitigando ese sentimiento de culpa, cuando la perdida se presenta. El segundo de ellos, es la aceptación, y entre más rápido esta llegue, mejor. Muchos colegas psicólogos que han conceptualizado sobre el proceso de duelo, han diferenciado 5 etapas importantes del mismo. Mi proceso de reflexión y observación me han llevado a concluí que estas 5 etapas (Negación, enfado, negociación, dolor emocional y aceptación) son únicamente válidas cuando la persona no se ha preparado adecuadamente para un proceso de pérdida. En cambio, las personas que si nos hemos preparado para tal, podemos vivir este mismo duelo pero directamente en la etapa de aceptación. Con esto no quiero decir que las 5 etapas anteriores no sean necesarias, por el contrario, un duelo mal resuelto puede significar incluso el final productivo de una persona, que queda sumergida en una tristeza por largos periodos de tiempo. En cambio cuando sabemos y aceptamos que el proceso de pérdida hace parte de la vida, disfrutamos cada uno de los momentos vividos, con las personas que escogemos y que nos rodea, al entender que estas partieron de este mundo, podremos seguir con nuestras vidas cotidianas, o incluso hacer las modificaciones que haya lugar, con cabeza fría y serena, cuando la persona que partió no solo era importante de forma afectiva, sino también si había algún tipo de dependencia, por ejemplo económica, y ante dicha perdida algún cambio de vida habrá que hacer, y entre más tranquilos y racionales se pueda hacer, seguramente mejor será el nuevo resultado obtenido.

Estar preparados para la partida de este mundo, ya sea la personal, o la de algún ser cercano, implica tener muy claro que hacer cuando el momento llegue. ¿Cuántas personas tienen un seguro exequial? O incluso, ¿alguno sabe cuáles son los costos que implica un acto funerario sea cual sea la religión o rito utilizado? He podido constatar con preocupación que en un 85% de las personas con las que he hablado estos temas, ninguno siquiera se lo había planteado, y no sabría qué hacer cuando esto ocurra. Incluso he podido observar como muchas personas han vivido la experiencia de pérdida sin ninguna de estas preparaciones terminando por asumir costos excesivos que bien pudieron ahorrarse, o en peores casos, he visto como el proceso exequial de algunas personas es totalmente inhumano por no tener las condiciones mínimas de lo que esto implica tanto en costos como en logística.

En este orden de ideas, la aceptación, que no debe confundirse con resignación, nos permite tener una visión clara y sobre todo racional al vivir el momento difícil de una pérdida, sea cual sea. Tengamos en cuenta que algunos filósofos existencialistas han conceptualizado, que la muerte, 'no sólo se vive con el fin de la vida de un ser humano'. Muchas situaciones de vida, nos hacen pasar por el proceso de muerte, como lo es una separación de un ser querido, la pérdida de un empleo, el fracaso en alguna meta planteada, y por supuesto, la muerte física de alguien cercano. Todo esto nos hace vivir un proceso de muerte, para el que yo, con estos textos, los quiero invitar a que se preparen adecuadamente. No vale la pena luchar contra lo que no podemos vencer, y claramente, la muerte es una de estas cosas que no se puede vencer.

Amo la muerte, tanto como amo la vida, porque en estas se encuentra el verdadero origen de las cosas, del tiempo, del universo, del todo. Incluso, los mismos dioses de todas las religiones están por debajo del ciclo vital que significa vida y muerte, pues ellos mismos son consecuencia de dicho proceso, y si el universo ha sido capaz de crear criaturas pensantes y racionales, como lo somos los homo sapiens, pues sería un absurdo total, no utilizar esa brillante herramienta o don de la naturaleza, como lo es el poder pensar, para que nuestra corta estancia en la tierra sea lo más placentera posible, y no llevada a costa de sufrimiento, como algunos “homo sapiens Arbitriums” pretenden que vivamos.

Finalizo esta entrada con una anécdota que me pasó hace algunos años, y fue la que reafirmó mi vocación docente y a continuar reflexionando sobre este tema. En mi primera experiencia como docente en la UNAD, por esas casualidades de la vida tuve la oportunidad de dictar un curso académico llamado “Vejez y muerte como espacio de construcción de sentido de vida”. A pesar de tener otros dos cursos que dar, para mí, como lo podrán suponer, este era el más importante, y al que más dedicación le ponía. El semestre terminó de lo más tranquilo exponiéndole a mis estudiantes todas los pensamientos y teorías descritos en estas tres entradas, incluidas las historias de Kike y la mima, y apoyado en autores como Victor E Frankl, IrvinYalom, y Nietzche, sustenté todo lo expresado en el curso. Dos años después de esa experiencia, me reencontré con una de los estudiantes que tuve en ese semestre en ese curso. El saludo y el abrazo tan fuerte que me dio, creo que no lo olvidaré jamás, y al empezar a charlar, esta estudiante me dice que quiere agradecerme por algo muy especial que le pasó. Me comentó que su madre falleció recientemente por una enfermedad que le dio, pero que gracias a lo que yo le había enseñado en esa clase en ese momento, ella pudo prepararse adecuadamente y hacer más llevadero tanto el proceso de la enfermedad, como el momento en que finalmente ella partió de este mundo. Sin duda alguna mi sorpresa y alegría fue aguda, sin embargo compartimos un poco más sobre dicho momento, y con ello reafirmé que si se puede llegar a cambiar las vidas de la personas con la docencia como herramienta.


JORGE ARANGO CASTAÑO
Psicólogo.
@jarangoc85 

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jueves, 4 de diciembre de 2014

“PARA QUE AMO LA VIDA, SI ESTOY CASADA CON LA MUERTE” (PARTE 2/3)

  
Hablábamos la semana anterior a cerca de como empezaron mis ideas y curiosidades sobre el tema de la muerte, teniendo su origen en una frase, título escogido para esta serie de tres entradas, y como “Kike” no sólo me enseñó cosas en vida, sino aún después de haber partido de este mundo.


Sin embargo, hubo otra pérdida familiar, que se dio justamente en todo lo opuesto a lo vivido con Kike, razón por la cual, para poder terminar de forjar mi pensamiento al respecto, era vital que ambas experiencias se dieran en el orden que se dieron, porque claramente para poder superar una pérdida cómo la que describiré a continuación, definitivamente había que tener una base firme, cómo la que Kike me dejó.

El 27 de Marzo de 2001, partía de este mundo mi abuelo materno, a quien todos cariñosamente llamábamos Kike. El 27 de Abril de 2003, es decir, dos años, y dos meses después fallece mi abuela materna, “la mima”, cómo igualmente todos cariñosamente le decíamos y por supuesto la esposa de toda la vida de mi abuelo Kike.

La historia de “La mima” es totalmente diferente, en parte porque mi relación fue incluso más cercana con ella, que con mi abuelo, y dos, porque, mientras a Kike siempre lo veíamos fuerte cómo un roble y aparentemente sin mayores achaques de salud hasta el día que falleció, de "la mima" debo decir que, cuando yo nací, por allá en el año 85, ella ya tenía una parálisis en la cadera derecha, y en el brazo izquierdo, por eso todos los recuerdos de casi 18 años de vida, son de “mi mima”, con su bastoncito y su mano izquierda siempre a la altura de su estómago. Por lo demás, debo decir que era una mujer extremadamente hermosa y conversadora como ninguna, tal vez una de las razones por las que yo pasaba tanto tiempo con ella, y sin duda eso debí de haberle heredado, lo conversador que soy. Pues bien, a pesar de su limitante física, debo decir que “la mima” era toda una trotamundos, viaje que le proponían, viaje que hacía (Otra buena herencia genética que me dejó). Estuvo una temporada en Ecuador donde una hermana de mi mamá. Todos los Diciembre sin excepción nos venía a visitar a la costa, y unos que otros meses adicionales durante el año que nos la traíamos para Barranquilla. De niño recuerdo largas caminatas que hacíamos los dos por las calles de Envigado – Antioquia, y las tomadas “de algo” en cualquier supermercado donde paráramos. Ya una vez separados por mi traslado de la ciudad, era incluso “más religioso que ir a misa”, la llamada todos los domingos, por su puesto donde hablaba con mis dos abuelos, pero en especial con “mi mima”.  Como buena familia Paisa a la que pertenezco, desde mis cuatro abuelos (los dos paternos que aún hoy en el 2014 viven) hubo una fuerte tradición Católica, dejándome en especial dos recuerdos para mi muy importantes de mi abuela. El primero cuando por primera vez fui acólito o monaguillo, recuerdo la felicidad que esto irradiaba en “mi mima”, y la segunda, muy relacionado con la anterior, cuando  ella en distintas oportunidades me decía que “Se soñaba con que yo fuera el obispo que oficiaría la misa del día de su muerte”. Lamentablemente este último deseo no se lo pude cumplir, ya que hoy tengo una hermosa familia (esposa e hijo) a los que amo profundamente (Cuanto me hubiera gustado que “mi mima” hubiera podido vivir un poco más y conocerlos) y también porque es bien sabido por muchos (y por los que ahora se enteran) de mi ruptura con la iglesia católica, lo que constituye en dos razones importantes por las que no podría ser “el obispo que oficiaría la misa del día de su muerte”.

Pero ¿Por qué de todas las experiencias que pude haber tenido con ella a lo largo de 18 años, justamente escojo estas dos?, siempre reflexioné esta pregunta con otra pregunta adicional ¿Qué significaba para mi abuela el concepto de muerte, que hablaba de su momento de partida, no como un hecho de temor y dolor, sino con un deseo y esperanza de algo que ella consideraba importante ocurriera? Me atrevo a afirmar, que, aunque estoy completamente seguro que mi abuela no se imaginó la forma en la que iba a partir, estoy igual de seguro que, desde el momento que empezaron sus limitaciones físicas, ella imaginó que sería cuestión de tiempo para que este hecho se diera, sumándole a su fuerte devoción católica, entendiendo no la muerte como ese “vil demonio cadavérico”, que los poetas y antiguos escritores (y ahora Holliwood) nos quieren presentar, 'que nos secuestra el alma, y nos la lleva quien sabe para dónde', sino por el contrario, entendiendo la muerte, como 'el paso necesario que tenemos que dar los seres humanos para el encuentro con lo divino', en el caso de mi abuela, con el Dios Católico-Cristiano.

Es importante dejar en claro que jamás hablé estos temas con mi abuela, uno, no creo que hubiese sido capaz de hacerlo, y si, tenía muchas preguntas e inquietudes sobre el tema, y mucho más después que Kike partió de este mundo, pero no tenía la madurez que puedo tener ahora, pero por años analicé esa frase de “tu vas a ser el obispo que oficie la misa de mi muerte”, y analizando el contexto de otras personas que la rodeaban a ella, y que me rodeaban a mí, en donde se presentaban fallecimientos de personas cercanas, el comportamiento y pensamiento de mi abuela, definitivamente era y es inusual, al común de las personas, justamente acostumbradas a ver la muerte como 'dolor, sufrimiento, y un vil demonio cadavérico, que de repente llega a robarnos el alma'.

“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.

Sin embargo, lamentablemente no todo es tan perfecto como lo narrado hasta el momento, el 31 de diciembre del 2002, mi abuela no alcanzó a desear feliz año. Al igual que ocurrió con Kike tampoco me encontraba presente, pues ese año no pudimos viajar a Medellín, y pasamos solo con mi Familia acá en Barranquilla, por lo que de ahí en adelante todo lo tuve que rearmar con los comentarios de mis demás familiares. Poco antes que se diera la feliz celebración de “Bienvenido el 2003”, mi abuela de repente se había quedado “ida”, no reaccionaba, ni hablaba, ni nada, solo, los ojos abiertos, y totalmente “ida”. Inmediatamente fue llevada al hospital y a las pocas horas se supo el diagnóstico. Mi abuela había recibido un infartocerebral, pero no le causó la muerte, al menos, no inmediatamente. A partir de allí, la vida de mi abuela y en general de la familia cambió por completo. Pasó de ser una gran trotamundos, a estar en principio internada en un hospital.

Inmediatamente se supo la noticia, al día siguiente mi madre tomó vuelo para Medellín, tal vez esperando lo peor en cualquier momento, y sólo hasta unos días después es que decidimos viajar también mi papá, mi hermano y yo. Al llegar a Medellín y acto seguido al hospital, entrar a la habitación y verla ahí acostada, me dije, 'algo en el universo no estaba bien', me repetía yo una y otra vez, al no entender en ese entonces, como alguien con la vitalidad de “mi mima”, la energía que irradiaba día a día, iba a terminar de esa forma. Si cuando Kike partió de este mundo, mi frase fue “Asíquiero morir yo”, estaba completamente seguro que el día que ocurriera lo mismo con mi abuela, iba a repetir lo mismo, pero no, lamentablemente no pudo ser así. Ella estaba simplemente acostaba en una camilla, con los ojos abiertos, y sin absolutamente ninguna reacción. Cuando me acerqué a ella, le tomé la mano, le di un beso en la frente, y ella se movió y hacía gestos o sonidos inentendibles, que no había presentado hasta entonces. El médico explicó que eso debía a que sabía que alguien importante para ella estaba cerca, y en su estado, era la forma de expresar su felicidad. Grandes sentimientos encontrados me invadieron en ese entonces.

La conversación con los médicos ese día fue en definir qué era lo mejor para mi abuela. En principio ellos pedían que personas cercanos a ella, como yo, estuviéramos cerca para ayudar en su recuperación, sin embargo al preguntarle sobre las posibilidades reales de que "mi mima" se levantara de esa cama, y volviera a ser la de antes, y al encontrar una total negativa de los médicos, supe inmediatamente que hacer cambios en mi vida, para quedarme cerca de mi abuela, no iba a servir de nada. Se optó entonces por no tenerla más en el hospital, sino llevarla a su casa, para que ella sintiera sus cosas cerca, su hogar, etc, y de allí en adelante poder llevar al menos tranquilidad en lo que quedaba de su vida. Y así fue, de ese enero de 2003, hasta abril del mismo año, mi abuela estuvo en su casa, con los cuidados médicos que hicieran falta. Recibía visitas constante, incluso muy seguidamente mi mamá y yo la llamábamos, le ponían el teléfono y nosotros le hablábamos desde Barranquilla. Sin embargo yo ya tenía muy claro que eso no era vida; no era vida, ni para ella, ni para las personas, que cerca o lejos, la rodeábamos. Finalmente el 27 de abril de 2003, un domingo, hacia el mediodía, sonó el teléfono, yo contesté, mi primo a la otra orilla con el tono de voz que tenía y diciéndome 'Jorge, pásame a tu mamá', yo ya sabía lo que había ocurrido. Treinta segundos después, la reacción de mi mamá me lo confirmaba todo. “Mi mima” se había unido en la infinidad deluniverso con Kike, o de acuerdo a su pensamiento Católico, se habría reencontrado con Kike en el cielo, a la diestra de Dios-Padre.

Mi reacción inmediata fue: “Por fin mi viejita descansó”. Al igual que la partida de Kike, en esta ocasión no me sentí triste, ni con dolor, ni nada, al contrario, estaba incluso aliviado. Mentalmente, “la mima” nos había dejado desde meses atrás, aunque su alma se negaba a dejar su cuerpo. Estadísticamente hablando, ¿cuantas personas logran sobrevivir a un infarto cerebral? Muchas horas de reflexión me llevaron a concluir si de pronto no hubiera sido mejor que ¿“mi mima” hubiera partido de este mundo el 31 de diciembre y en ese entonces ella hubiera descansado de una vez?

En la tercera y última entrada de este tema, veremos en sí las grandes conclusiones y enseñanzas que estas dos historias vitales en mi vida me han dejado, estando hoy totalmente convencido, que en el universo hoy brillan dos estrellas que constantemente están iluminando mi camino, acompañándome en todas las decisiones que tomo, y aunque físicamente no estén, aun me siguen enseñando cosas de la vida. ¿Para qué más son los abuelos sino es para esto?


JORGE ARANGO CASTAÑO
Psicólogo.
@jarangoc85

jueves, 27 de noviembre de 2014

“PARA QUE AMO LA VIDA, SI ESTOY CASADA CON LA MUERTE” (PARTE 1/3)

En primera instancia quiero disculparme por no haber publicado esta entrada la semana anterior, pero actividades de tipo familiares me tuvieron ocupado. Cuando por fin pude escribirla, descubrí el HashTag #juevesbloguero el cual recomiendo ampliamente pues allí pude descubrir cientos de blogs de diferentes contenidos que sin duda hacen que se enriquezca, al menos, mi ansiedad de conocimiento. Cómo aún me faltaban algunos detalles importante de esta entrada, decidí entonces aplazarla una semana más, y cambiar la fecha de publicación de las mismas, que ya no serán los lunes, sino los jueves, justamente aprovechando esta ventana virtual.

La frase con la que he decidido nombrar esta nueva entrada, es una de las frases que más me ha impactado en mi vida. En parte por haberla leído en plena adolescencia, una etapa crucial para cualquier ser humano, y aunque ya tenía algunas curiosidades sobre el tema, esta sin duda me llevó a empezar a profundizar sobre qué es la muerte, y los diferentes impactos que ésta tiene en la sociedad. Debo decir además que me siento un poco frustrado, pues, esta frase la leí en un periódico, y quise volver a encontrar la noticia, pero fue imposible, no hay referencia alguna a ella, pero por fortuna, en mi memoria, esta frase no se me pudo olvidar jamás.

Hace algunos meses, un muy buen amigo, con motivo de la muerte repentina del padre de una amiga en común, me dijo “Viejo Jorge, la verdad es que el único requisito para Morirse, es estar vivo” y al igual que el impacto que tuvo en mí el título de esta entrada, esta nueva frase, fue la que me animó a retomar mis viejos pensamientos sobre el tema y empezar a escribir al respecto, y poder compartirlas con el mundo entero.

Pero, ¿por qué hablar de un tema del cual ya se ha hablado incluso por siglos y por tantas personas?, la respuesta a esta pregunta está en la visión que yo he construido a lo largo de casi 15 años sobre el concepto de muerte, el cual, no significa tristeza, ni dolor, cómo para la mayoría de las personas, incluso, del planeta entero. He tenido estas conversaciones cientos de veces, y puedo afirmar que en más de un 90% la muerte es la peor tragedia para cualquier ser humano. Pero entonces ¿por qué para mí no?

Parte de nuestra capacidad humana de raciocinio, es culpable que seamos seres que no nos gusta perder. Aceptar la pérdida de algo, o alguien, siempre va a generar sentimientos de frustración y culpa que nos hará la vida de cuadritos por algunos días, semanas, meses, años, o el resto de la vida en algunos casos. El sentimiento de frustración se presenta por no habernos preparado para un mañana sin ese objeto, o persona que perdimos, aun cuando desde siempre hemos sabido que no todo es eterno y evidentemente algún día lo íbamos a perder. Si sabemos esto de ante mano ¿porque no prepararnos con anticipación? Es cómo llegar a un examen en el colegio sin haber estudiado, y por consiguiente, lo vamos a perder. En cambio cuando nos preparamos adecuadamente para dicho examen, lo podremos pasar, y nuestra vida tranquila seguirá. Por otro lado, el sentimiento de culpa, está relacionado con todo aquello que dejamos de hacer, con ese objeto o persona que ahora hemos perdido. No disfrutamos lo suficiente con lo que tenemos, y cuando ya no está a nuestro alcance, lo lamentamos hasta más no poder. Esto es un ciclo que se repite una y otra vez, cultura tras cultura, haciendo que pasemos gran parte de nuestro tiempo de vida lamentándonos por lo que ya no tenemos, que disfrutando lo que nos quedó.

Particularmente hablando, hace cerca de 15 años, empecé un proceso de formación y aceptación del sentido de pérdida y muerte. Este proceso inició en principio con haber leído la frase, título de esta entrada, y culminada cerca de 3 años después, justamente con dos experiencias de muerte significativas que hubo en mi familia. Ambas, y sobre todo por el orden en el que se dieron, se constituyeron en el pilar fundamental del porqué, debemos prepararnos con anterioridad a cualquier proceso de pérdida, ya sea de objetos o personas.

Antes de compartir dichas experiencias, es muy importante dejar en claro que a nivel psicológico, las relaciones interpersonales son de carácter subjetivo. Es decir, La relación que yo tenga con mi mamá, por poner un ejemplo, no va a ser igual, a la percepción que mi mamá tenga, de la relación que ella tiene conmigo, a pesar de que estemos hablando de los mismos sujetos. Incluso, ambos lados de la relación pueden ser muy buenos y satisfactorios para ambos sujetos, pero jamás serán iguales.

Pocos meses después de haber empezado a leer sobre los procesos culturales de pérdida y muerte, justamente ocurrió una de esas situaciones en mi familia. Mi abuelo materno, a quien todos cariñosamente llamábamos Kike, falleció. Yo tenía 16 años. Recuerdo estar en la casa de una compañera de colegio haciendo un trabajo, cuando al final de la tarde y habiendo terminado las labores escolares, como de costumbre, llamé a mi casa para que me fueran a recoger y ¡oh sorpresa! La empleada de mi casa me informa que mis papás iban viajando para Medellín (Con mi familia vivíamos en la ciudad de Barranquilla), porque hacia unas horas mi abuelo había muerto, qué me habían dejado dinero para que tomara un taxi y me fuera para el apartamento. Mi reacción, cómo la de cualquier otro mortal fue: ¿Cómo que se murió mi abuelo, si él estaba perfectamente bien? Bueno, perfectamente bien, en términos de un hombre de unos 82 años aproximadamente. Los recuerdos que tengo de ‘Kike’ es de un hombre extremadamente fuerte, tanto en carácter como físicamente, no se le escuchaba nunca quejarse de nada, y por el contrario siempre al pie del cañón pendiente de su familia. Recuerdo perfectamente que era un martes 27 de Marzo del año 2001 (Tengo una gran capacidad de retención de fechas). Más aun fue mi sorpresa, pues por tradición, mi mamá y yo teníamos la bonita costumbre de llamar a mis abuelos maternos todos los domingos y hablar con ambos, es decir, sólo 3 días atrás yo había hablado por última vez con mi abuelo, no recuerdo de que hablamos, pero seguramente nada me haría pensar que 3 días después, estaría hablando de su muerte.

Inmediatamente colgué el teléfono, pero algo dentro de mí me mantenía tranquilo, pero sobre todo a la espera de más información. ¿Qué más información podría requerir, que saber que mi abuelo había muerto? Me han preguntado algunos cuando entablamos esta conversación. Pues sí, requería respuestas, ya sabía que mi abuelo no estaba con nosotros, había partido de este mundo, pero nosotros nos habíamos quedado, y Kike habría muerto así de repente.

Sólo hasta 2 días después del hecho, pude saber cosas interesantes para mi pensamiento, tales como, que él día que Kike murió, estaban en el apartamento, él, mi abuela, y la empleada que los acompañaba. Mis abuelos se sentaron a almorzar, Kike tomó todo su almuerzo, y al terminar y hacer el intento de levantarse, volvió a caer sobre su propio cuerpo, y sus ojos cerrados. La reacción inmediata de quienes allí estaban era que Kike pudo haberse quedado simplemente dormido, pero al poco tiempo se dieron cuenta que no. Kike había partido de este Mundo. Luego por otras versiones de otros familiares supe que una vez habiéndolo acostado en la cama, el semblante de su rostro era de “paz, tranquilidad, y hasta de una leve sonrisa”.  Una vez yo conocí estos detalles, inmediatamente dije, Así quiero morir yo. Kike, no solamente me había dejado grandes enseñanzas en vida, cómo todo abuelo, por su puesto, sino que hasta el último suspiro de su vida, e incluso después de, me enseñó lo valioso de llevar una vida en paz, y tranquila, fuera de problemas y stress rutinarios. Casi 82 años, dedicados, cómo cualquier Colombiano berraco, con aciertos y desaciertos a forjar una familia de 3 mujeres y un hombre (Una de ellas, mi hermosa madre), y poder inspirar esa paz y tranquilidad en su lecho de muerte, es un lujo, que, incluso pocos seres humanos se pueden dar. A partir de este momento empiezo a comprender, que si en verdad “Así quiero morir yo”, Muchas cosas en mi vida deberían empezar a cambiar y a forjarse.

No se trata entonces de dar ahora fórmulas mágicas para lograr estos propósitos. Dichas fórmulas no existen. Si recordamos el caso más reciente de Brittany, sus condiciones de salud y aún su edad, estaban lejos de todas las experiencias que Kike pudo haber vivido en sus 82 años, pero estoy seguro que en medio de esa adversidad, Brittany también partió de este mundo en paz y tranquila.

Cada uno, cada persona, cada individuo es el único responsable del tipo de vida que lleva. No es el trabajo, no son los problemas, no es la sociedad el que marca el estilo y calidad de vida que queremos llevar. Pues en la medida en que como seres humanos aprendamos que los problemas realmente existen y que en cualquier momento pueden llegar, pero que podemos estar bien preparados para estos, seguramente llevaremos una vida mucho más amena, y mucho más feliz, que nos llevará (y particularmente a mi) a cumplir ese “Así quiero morir yo”.  Para las personas creyentes en la Biblia Judeo-cristiana, el pasaje de José, y las 7vacas flacas y gordas, describen a la perfección, cómo prepararnos adecuadamente para la adversidad nos ayudará a superarla. Ojo, Muchos autores pretenden dar fórmulas mágicas para 'no tener problemas' o evitarlos. Cruelmente tengo que decirles que esta es una excelente estrategia de marketing comercial, pero mi responsabilidad social no me permite hacer esto. Los problemas siempre nos van a llegar, las pérdidas siempre van a aparecer, la muerte, tarde que temprano, llegará, y entre más nos empeñemos en negar estas tres verdades, más difícil, sin duda alguna, será nuestra vida.

Este es apenas la primera de 3 entradas sobre el mismo tema que quiero compartirles. En el tema del próximo jueves veremos el contraste sobre la segunda experiencia de muerte, y finalmente en la tercera y última entrada, las grandes conclusiones y aprendizajes que en 15 años, he podido recoger, sobre lo que es la muerte, y el porqué, no le temo a esta, y por el contrario me siento absolutamente preparado para recibirla, tanto el día que me toque a mí, como a algunos de las personas más cercanas que me rodean.


JORGE ARANGO CASTAÑO
Psicólogo.

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lunes, 10 de noviembre de 2014

La vida y la muerte, una paradoja al alcance de todos.

Cuando se me ocurrió la idea de escribir un blog, en principio tenía la intención de desarrollar una serie de líneas temáticas, las cuales casi que estaban definidas, permitiéndome incluso escribir por adelantado dos y tres entradas, sin embargo los acontecimientos de la semana anterior en relación a mi salud y el cambio de opinión (para despistarnos a todos) de Brittany Maynard sobre su muerte hizo que tuviera que reescribir varias veces esa segunda entrada. Pues bien, ahora el mundo avanza tan rápido y genera contenido informativo a una velocidad tan vertiginosa, que cuando crees que puedes adelantar dos o tres entradas de contenido, estas ya están obsoletas sin tan siquiera haber visto la luz pública.

Hace tan solo un par de semanas, los medios de comunicación de todo el mundo tenían los ojos puestos en el caso de Brittany Maynard y su decisión de morir. Hace solo 8 días se produjo ese deceso, y hoy por hoy los ojos están puesto en Camila Abuabara y su deseo de vivir. Lo curioso de ambos casos, es que las dos chicas tuvieron que trasladarse de su lugar habitual de residencia para poder cumplir su cometido. Brittany tuvo que trasladarse a un estado en donde la Eutanasia si es permitida, y Camila, trasladarse a otro país, ya que las dilataciones que estaba recibiendo por parte de su clínica, la estaban acercando cada vez más a esa muerte a la que ella se rehúsa aceptar.

Vivimos en un mundo, que en el papel los derechos humanos se leen muy bonitos pero que en la práctica encontramos miles de trabas que nos hace infeliz el corto paso que tenemos en este mundo. En el caso de Brittany altamente criticada por su decisión de querer apagar su vida evitando un gran dolor, pena y mala calidad de vida, a causa de una grave enfermedad terminal que la consumía. Mientras que el caso de Camila, una chica con muchas ganas de vivir, con un entusiasmo único, y lo único que recibe son trabas para un tratamiento eficaz, trabas que están cada día consumiendo más su vida.

Brittany finalmente ganó la batalla a poder morir dignamente, consciente y con el menor dolor posible. Tuvo la oportunidad de realizar viajes increíbles a lugares que quería visitar antes de partir, y su condición física así se lo permitió, aunque ella misma describió los fuertes dolores que sentía en las noches, producto de la sobre excitación del día. Dice su obituario que murió tranquila y rodeada de sus seres queridos. En definitiva, para mí, una muerte tremendamente envidiable, pues tuvo el control pleno y absoluto de su condición humana, uno de los pilares fundamentales que defiende la carta de los derechos humanos.

Camila, se encuentra en plena batalla, no sololegal, sino contra su propio organismo, puesto que mientras algunos ‘cuellos blanco’ se toman el atrevimiento de discutir sobre la vida de ella, su cuerpo cede cada día más a falta de una autorización para un tratamiento eficiente, que le ayude a ganar la batalla por vivir. Una gran desventaja que tiene Camila sobre Brittany, pues la primera, siempre tuvo el control absoluto de todo, para hacer realidad su propósito de morir, mientras que Camila, depende de los que otros decidan, para que ella pueda cumplir su deseo de vivir. Uno creería que esta paradoja solo sería posible en un mundo macondiano, pero no, ocurre en nuestra realidad, en nuestra sociedad, en nuestras narices.

La vida es el bien más preciado que todos tenemos, por tal, nadie tendría por qué decidir sobre este bien preciado más que el individuo propio. Algunos afirman que si Brittany pudo realizar los viajes que hizo, es porque no se encontraba tan mal, que debió de esperar un poco más. ¿Esperar qué?, ¿Qué los dolores fueran absurdamente insoportables y que estuviera postrada en una cama, donde ella ya no tuviera control ni de sí misma, condenada a una muerte dolorosa y penosa? Lo dije desde mi primera entrada, Brittany contaba con todo mi apoyo, y es una berraca por tomar la decisión que tomó en el momento en el que la tomó. Ojalá todos tuvieran el valor que ella tuvo, pues es claro que no es fácil decidir morir, más cuando lo que se desea en el fondo es vivir.

Camila, sigue aferrada a la vida, aferrada a su deseo humano e inhumano de sobrevivir, de sanarse, y muy seguramente hasta de llevar una vida normal, casarse, tener hijos, y ser una gran profesional. Pero su EPS, le pone todas las trabas posibles para que esto se pueda hacer realidad, negándole en repetidas oportunidades el tratamiento necesario para superarlo, tratamiento que es perfectamente realizable en Colombia, con médicos de altísima calidad, y a un costo razonablemente pagable. Pero como todo lo que imaginamos, tienen cierto sustento en la realidad, aquel mundo macondiano forjado en las raíces de nuestro Nobel de literatura solo pudo ser posible, porque algo de él existe en verdad, y en el caso de Camila, ella misma tuvo que encontrar otra institución médica fuera del país, a costos 150% mayores, y acudir a largas tutelas, que le ayudaran a lograr su deseo de vivir, pues como se puede evidenciar los reportes médicos de Camila, su EPS se ha empeñado en negar el tratamiento justo y oportuno, a base de mentiras y contradicciones médicas, lo cual ya raya en un delito, al mejor estilo macondiano.

Aprovechando el boom mediático que tuvo el caso Brittany, el Senador Armando Benedetti lanzó por tercera vez el proyecto de ley que pretende por fin reglamentar la Eutanasia en Colombia. Recordemos que ésta ya fue despenalizada por concepto de las altas cortes, pero aún carece de un reglamento especial que permita su adecuado uso. Personalmente, cómo sujeto pensante que soy, y cómo psicólogo, este proyecto cuenta con el 100% de mi apoyo. Pero hoy quiero expresarle al Senador Benedetti que debemos priorizar, que el proyecto de ley de Eutanasia es importante hacerlo, pero hay personas con deseos de vivir, y mejor aún, con oportunidad real de vivir, y es el sistema el que está acabando con estas posibilidades. Revise el caso de Camila, haga los debates de control político que tenga que hacer, promueva las leyes que tenga que promover, pero sepa ud que ‘Camilas’ en nuestro país existen muchas, debido a un pésimo servicio de atención en salud. Yo mismo fui víctima del sistema hace apenas una semana.

 

Brittany, ya no está con nosotros, pero se ha convertido en un símbolo de los que luchan por una muerte sana y digna. Ojalá que Camila, también se convierta en un símbolo de esperanza y vida. Pues al mejor estilo del Yin yang, este par de chicas serían el complemento perfecto de esta sabia tradición oriental. En cambio sí Camila llega a perder la batalla, no será ningún símbolo, será otra persona más que muere en este país por negligencias de terceros, y quedarán eternamente impunes, y ella sin poder cumplir sus sueños.





Larga vida para Camila, y un feliz descanso eterno para Brittany.



JORGE ARANGO CASTAÑO
Psicólogo. 
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viernes, 24 de octubre de 2014

¿Quien es el dueño de nuestra vida?

Todos en algún momento de nuestra vida, nos hemos preguntado, tal vez con un poco de temor, cómo será el momento de nuestra muerte. Un tema bastante álgido y delicado al cual a muchos no les gusta siquiera mencionarlo. Sin embargo una cosa es intentar imaginar como va a ser ese importante suceso, y otra es tener la plena certeza de como va a ocurrir, y mejor aun, la fecha y hora exacta, algo por los que historicamente hablando muchos hasta pagarían o curiosamente, matarían, por saber y/o proteger dicha información.

Recientemente el mundo entero, o por lo menos, el mundo Occidental ha recibido con asombro, el sorprendente caso de Brittany Maynard, y su decisión de "Decidir cómo y cuando morir", esto a causa de un agresivo cancer cerebral detectado a comienzo de año, y cuyo pronóstico médico indica que, además de incurable, el momento final será altamente doloroso y denigrante para la vida humana. Ante este panorama la propia Brittany menciona "El cáncer está acabando con mi vida. Elijo acabar con ella un poco antes y con mucho menos dolor y sufrimiento." Este hecho ocurrirá el próximo 1 primero de Noviembre, en un ambiente en que la propia Brittany, ya se ha encargado de "controlar". ¿Quién no quisiera saber el día y hora de su propia muerte?, pues esta mujer, lo sabe. El método: Ella misma diluirá 100 capsulas de un fuerte medicamento en un vaso de agua, que aparentemente sin dolor, o al menos, menor al que le produce su propia enfermedad, esta apagará su vida. Sin duda alguna este tipo de Eutanasia es un poco diferente a los que comúnmente estamos acostumbrados a ver, en donde el paciente decide el hecho, pero siempre recibe ayuda, la mayoría de veces de un médico, unas pocas veces de un familiar, en este caso, ella misma lo hará.


Este panorama nos lleva a entender que el concepto de Eutanasia es diferente al de Suicidio, y es importante que analicemos con detalle ambos procesos. 



Según la OMS la Eutanasia es “la acción del médico que provoca deliberadamente la muerte del paciente”. Esta definición nos la amplía la Psicóloga Clínica Isa Fonnegra, quien dice que "La eutanasia es un acto voluntario, meditado y jamás improvisado ni irreflexivo, con el cual se busca terminar la vida de una persona que lo pide consciente y repetidamente, porque sufre de manera intolerable y sabe, además, que está en la etapa final de una enfermedad, para la cual la medicina no tiene tratamiento curativo."





Por otro lado Según la misma OMS define el Suicidio cómo: "Todo acto por el que un individuo se causa a sí mismo una lesión, o un daño, con un grado variable de la intención de morir, cualquiera sea el grado de la intención letal o de conocimiento del verdadero móvil"



Ante estás dos definiciones, creo que podemos estar de acuerdo que el acto de Brittany obedece más a un suicidio que al hecho de una Eutanasia en sí, toda vez que no recibirá ayuda alguna y será ella misma, por sus propios métodos quien acabe con su vida.


En este punto es importante entonces identificar 4 tipos diferentes de Suicidio. 1) Suicidio causado por Depresión. Este es probablemente el más conocido y común de todos. Ocurre cuando la persona en un estado avanzado de este trastorno, la gran mayoría de las veces y sin previo aviso, termina con su vida. 2) Suicidio causado por cualquier otro tipo de trastorno, en el cual la persona por un intento de llamar la atención de algún tercero, intenta acabar con su vida, mas no es el propósito final del acto, con la mala suerte de haber llevado a un grado extremo su auto-agresión, provocandole la muerte, insisto aunque este no fuera su verdadera intención. Este hecho se identifica en personas que incluso acumula varios intentos, infructuosos, de suicidio. 3) Suicidio a causa de evitar el escarnio público o afrontar alguna falta grave cometida por el individuo, cuya decisión final es la de acabar con su vida antes que pagar por lo hecho. Este ejemplo de suicidio es muy común en delincuentes. 4) Finalmente el último tipo de suicidio es el que nos presenta Brittany, en donde ella misma, en un estado consciente, y fuera incluso de un ambiente clínico, ella misma acabará con su vida, para evitarse un sufrimiento mayor a causa de su mortal enfermedad.

Es entonces donde aparecen todas las diferentes voces ya sea de apoyo o de crítica aguda por su decisión, y aparece la pregunta central de este tema ¿Quien es el dueño de nuestra vida?, ¿hay en verdad alguien capaz de poder decidir por nosotros, sobre algo que queramos o no queramos? En algunos casos susceptibles de Eutanasia, donde el paciente en sus sentidos manifestaron con tiempo, que de quedar en un estado semejante se hiciera su voluntad, y sus familiares ante el hecho se oponen a la voluntad de este paciente que ahora no puede decidir, ¿tienen estos familiares derecho a pasar por encima de su voluntad?

Tocando incluso muy someramente el tema religioso, los creyentes afirman que sólo Dios es quien puede apagar la vida de cada quien, y que "no se mueve una hoja sin la voluntad del Señor", ¿sería entonces desde esa premisa, que quien decide acabar con su vida, y más de una forma tan premeditada y planeada como la de Brittany, la forma como Dios decide que se debe apagar esa vida, en vez de esperar que el sufrimiento del mismo cancer la termine de consumir?, ¿Aplica la misma premisa para los 4 tipos diferentes de suicidios?. ¿Quien es el dueño de nuestra vida?.

Si remotamente Brittany leyera este escrito, le diría que cuenta con todo mi apoyo. Pues cada uno es el único e indiscutible dueño de su propia vida, así las decisiones que tomemos, no les guste a terceros. Por fortuna para Brittany, cuenta con el apoyo de su esposo, su mamá, hermana y padrastro. Esto la hace mucho más afortunada en tan importante paso que está a punto de dar. La muerte no es el fin de la vida, es solo un paso más que damos en este ciclo vital, y del cual iremos hablando y profundizando en las siguientes publicaciones.

Aprovecho esta publicación para recomendarles a todos la película "Mar adentro", la cual puede dar luces importantes sobre el tema de la Eutanasia y la capacidad de decidir morir.


JORGE ARANGO CASTAÑO
Psicólogo.
@jarangoc85





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