A propósito de la celebración de los 202 años de
Barranquilla el pasado 7 abril, he querido dedicarle esta entrada de blog justamente
a esta ciudad por haberme adoptado hace 17 años y en la que tal parece que me
quedaré por quien sabe cuántos años más.
Debo empezar por decir que la historia va mucho más
allá de los 17 años. Todo comenzó unos 5 años antes, entre los años 93 y 96
cuando por cuestiones laborales de mi Sr padre nos trasladamos a vivir de la
ciudad de Medellín, a la Ciudad de Santa Marta, cuando yo contaba con 7 años de
edad. Durante estos 3 años, fueron incontables las veces que íbamos a pasear a
Cartagena debido a que allí vivía (Y aún vive) mi abuelo paterno. Es de decir
que en esos tiernos años de mi segunda infancia, la imagen que a mí se me hizo
de Barranquilla fue de total horror. El paso obligado que había que hacer por
esta ciudad justo después del Puente Pumarejo ya sea para dirigirse a la
Cordialidad, o la vía al mar, mostraban la peor cara que cualquier ciudad
podría mostrarle a propios y visitantes, y más tratándose del intermedio entre
dos ciudades tan turísticas como Santa Marta y Cartagena.
Con 7, 8, 9 y 10 años yo lo único que veía era
miseria, pobreza, calles sucias y destruidas, inseguridad etc, etc, etc. Las
pocas veces que tuve la oportunidad de entrar a otra parte de la ciudad tampoco
ayudaba mucho, pues era a la Sociedad Portuaria de Barranquilla, pues mi padre
tenía que ir allí a hablar con alguien o recoger algún documento, o las pocas
veces que no nos trasladábamos en nuestro carro sino en bus intermunicipal y
cuya terminal de transportes, en esa época quedaba en pleno centro cerca al Paseo Bolívar… Para los Barranquilleros desmemoriados, y los que no conocieron Barranquilla en aquella época créanme que era un verdadero desastre de ciudad,
no había nada bueno que ver, ni una esquina donde amañarse, no había nada,
absolutamente nada, y eso que lo digo desde la perspectiva de un niño menor de
10 años, cuya única premisa era “Yo jamás viviría en esta ciudad”… Oh
oh!! En septiembre del 97 y después de haber regresado a vivir a Medellín,
haber conocido y utilizado el metro, visitado grandes centros comerciales, y
haber ingresado a la plena adolescencia, recibo la fatal noticia “Nos
regresamos a vivir a la costa…” pero peor, no era Santa Marta, no era Cartagena... ¡Era Barranquilla! Frustración total. Por Meses me imaginaba mi
casa al lado de uno de esos basureros que veía mientras viajaba a Cartagena.
Estaba dejando atrás a amigos, familia, sueños, etc, por irme a vivir al que
consideraba un vil basurero…
Es entonces cuando a regaña dientes y literalmente
obligado, con la frustración al máximo nivel que pueda sentir un niño de 12
años llego a Barranquilla el 19 de Enero de 1998. La primera sorpresa que me
llevé fue, que el edificio que sería mi primera morada en esta ciudad no
quedaba al lado de un basurero, ni olía feo, es más, ni siquiera había calor,
pues aún estaban en pleno furor las que más tarde conocería como las brisas de fin
y comienzo de año.
Viviendo en Medellín, o más exactamente en
Envigado, estudiaba en La Salle de Envigado, y al conocer la comunidad Lasallista, sabía que en Barranquilla había un colegio llamado Biffi – La Salle. Al verme resignado a mi inminente traslado de ciudad, lo único que le supliqué
y prácticamente imploré a mis padres era poder estudiar en dicho Colegio, era
una forma de al menos mantenerme unido al pasado que estaba dejando para no
querer afrontar el futuro que vendría, y por fortuna, así fue, pude ingresar a
continuar mis estudios de Bachillerato en el Biffi – La Salle.
Debo reconocer que aunque soy un amante de la
naturaleza, y hacer planes de camping, y cosas por el estilo, desde niño he
preferido las grandes ciudades, tal vez por aquel concepto de, entre más grande
es la ciudad, más cosas hay por hacer, y la realidad es que para el año 98,
Barranquilla era una ciudad grande, pero con muy pocas cosas que hacer, o al
menos para las posibilidades de un niño de 12 años acostumbrado a otros
ambientes, pues hoy día y reflexionando al respecto, aun me cuesta creer como
crecieron mis amigos Barranquilleros, o de generaciones anteriores, como
sobrevivieron a una ciudad netamente industrial y poco recreativa… pues la
realidad es que lo hicieron, sobrevivieron.
En 17 años no solo he aprendido a querer y
disfrutar a Barranquilla. Podría casi que dedicarle una entrada de blog larguísima
a cada año vivido en la ciudad, pero no es el objetivo principal, o quien sabe,
tal vez en un futuro me anime, pero ese aprendizaje a quererla, a disfrutarla a
sentirla mi hogar, pienso que se dió paralelo al desarrollo comercial y de
entretenimiento con mi formación como persona. Es decir, soy de Medellín y los
que me conocen saben lo que amo mi tierra, y lo que la añoro y la disfruto
cuando voy, pero allá siempre he tenido lo que he querido, incluso desde antes
de nacer, en Barranquilla, sentí que ambos crecimos y nos desarrollamos a la
par. Una ciudad que en el año 98 contaba con el único centro comercial de la
zona norte, ‘Villa Country’ con dos salas de cine, y su mini mall ‘Country Plaza’, dos salas de cine independientes, ‘Cine Capri’ y ‘Cinemateca de la 84’ un Zoológico y ya, pare de contar, pues Barranquilla siempre había sido una ciudad, por su
desarrollo industrial, carente de espacios públicos de esparcimiento, escasos y
pequeños parques en Barrios que no satisfacían la necesidades de sus habitantes,
donde yo aún me pregunto, ¿cómo sobrevivieron las generaciones anteriores a mí?
Obviamente esa pregunta está cargada de mucha subjetividad por mis gustos
personales de hacer cosas. Miro y analizo otras ciudades pequeñas de Colombia,
carentes de todas las cosas que a mí me gustan y que hoy después de 17 años Barranquilla ya las tiene, y me costaría muchísimo estar en estas ciudades más
de una semana.
Hoy después de 17 años me siento Feliz de haber
crecido y formado en esta ciudad. De haber estudiado y graduado en el Colegio
en que me Gradué, de haber conocido los amigos que conocí, y de haber
encontrado a la esposa que encontré y el grandioso hijo que me regaló, de haber estudiado en la universidad que
estudié, y de haber tenido los profesores que tuve. Hoy después de 17 años me
alegro de saber que Barranquilla no es un basurero, y mejor aún, que realmente
nunca lo fue, pues aprendí que no puedo condenar a toda una ciudad por errores
administrativos que solo afectaban a una parte pequeña de la urbe, pequeña pero
importante…
Hoy después de 17 años, Barranquilla ya cuenta con
numerosos centros comerciales en la zona norte, solamente uno de ellos, supera
en número las salas de cine que había cuando llegué. Hay más desarrollo a nivel
de entrenamiento y esparcimiento familiar, como la construcción del Malecón sobre el Rio Magdalena, y la
construcción y remodelación de parques sobre ‘Bulevares’ como clara muestra del
aprovechamiento del espacio público, al servicio de comunidad y lo mejor de
todo, el cambio de aspecto que administraciones anteriores le han dado a la
entrada de Barranquilla por la zona del Puente Pumarejo, ya es una zona limpia, organizada, ¿popular?, si pero esto no es inconveniente. El Paseo Bolívar fue remodelado y organizado, en fin, estoy seguro que niños de 7, 8, 9 y 10 años
que viajen por tierra hoy en día de Santa Marta a Cartagena, no van a tener las
mismas sensaciones que tuve yo hace cerca de 20 años, por el contrario verán
una Barranquilla no solo agradable para visitar, sino tal vez, para un futuro
vivirla.
Todas estas obras de desarrollo, han hecho que Barranquilla se convierta en casi la ciudad perfecta para mí. Si es cierto que
ciudades como Bogotá, Medellín o incluso Cali, tienen 3843927429 cosas más que
hacer, pero Barranquilla es una ciudad donde aún puedes decir en 10 minutos
llego, y realmente en 10 minutos llegas. Solamente la semana pasada, pleno
martes 5pm, me demoré tan solo 35minutos en recorrer en mi auto desde
HomeCenter Norte hasta el Malecón de Barranquilla sobre el rio Magdalena. Si
empleas esos mismos 35 minutos en las otras ciudades grandes, o incluso más
pequeñas, pero caóticas, es muy poco el recorrido que se puede llegar a hacer,
y ese es un privilegio que los habitantes de Barranquilla aún nos podemos dar.
¿Aún queda mucho por mejorar? Si claro que si, al
igual que el desarrollo humano, el desarrollo de una ciudad nunca para, y como
me siento privilegiado por sentir que mi desarrollo como persona se dio paralelo
al desarrollo de la ciudad, estoy plenamente convencido que en la medida en que
yo me siga Desarrollando, aprendiendo y Madurando, Barranquilla también lo
seguirá haciendo.
JORGE ARANGO CASTAÑO
PSICÓLOGO
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