A sus 12 años de edad, su rutinario día inicia probando un sorbo de agua panela caliente que alguno de sus 5 hermanos dejó para él con media tapa de pan. Vive a la orilla de una carretera nacional bastante transitada, pero que por estos días, debido a unos trabajos que se realizan, los carros pasan muy lento y en ocasiones paran hasta 20 minutos al frente de su humilde morada. Es allí donde comienza la rutina del día a día. Con un discurso más que preparado se acerca con cautela a cada vehículo que pone en mira, y con un bastón de madera, revisa las 4 llantas del carro dándoles un pequeño golpecito y después se acerca a la ventana del copiloto esperando una recompensa "por su revisión a las llantas". Una vez bajan el vidrio para tal cometido, casi con una lagrima en el ojo, inicia con su ya preparado discurso.
- Patrón, ¿usted conoció a la señora María Rosa Montero? Ella era mi mamá y me la mataron hace 15 días y ahora quedamos mis hermanos y yo solos. Una señora de buen corazón, nos va a dar una ropita, pero tenemos que pagarle $15.000, dice que es para que no nos acostumbremos a que todo sea regalado. -
Algunos conductores entregan $15.000, muchos otros algunas moneditas o menudo que sobró de algún peaje, unos pocos definitivamente no entregan nada. Al final de la tarde, y antes que la luz del día se vaya y todo quede a oscuras por falta de fluido eléctrico, el niño cuenta lo recogido. Ese día, por ser sábado, donde la gente sale a pasear, le fue más que bien, reunió $250.000 el cual, y a toda prisa por la pronta ocultación del sol, se los lleva corriendo a El Señor, quien siempre está rodeado de muchas mujeres y otras persona con grandes armas que lo cuidan. Este lo felicita y le entrega de vuelta $15.000 para que compre algo de comer en su casa, y le dice que espera que mañana produzca igual o mejor. El niño sale feliz por su recompensa de los $15.000 para su casa, y con una lagrima en el ojo, se va pensando en "que bueno es El Señor".
JORGE ARANGO CASTAÑO
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Mar 06 de 2019
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