Caso
de Estudio 2: El Vínculo Terapéutico en la Cuerda Floja
Contexto
La Dra. Laura Cárdenas
es una psicóloga clínica de 35 años que ha construido una exitosa práctica
privada en Bogotá, especializándose en el tratamiento de adolescentes. Es
conocida por su calidez, empatía y su habilidad para conectar con jóvenes que
otros terapeutas han considerado "difíciles". Laura, sin embargo,
atraviesa un momento personal complejo: ella y su pareja llevan años intentando
concebir sin éxito, un proceso que le ha generado una profunda tristeza y un
anhelo de maternidad no resuelto.
Hace un año, llegó a su
consulta "Sofía", una joven de 17 años, remitida por riesgo de
suicidio. Sofía es la única hija de una pareja de empresarios adinerados que,
aunque le proveen de todo lo material, son emocionalmente distantes y pasan largas
temporadas de viaje. Sofía presenta un cuadro de ansiedad generalizada,
depresión y un historial de autolesiones. Desde el principio, la terapia es un
éxito. Sofía encuentra en Laura la figura de confianza y apoyo que nunca tuvo.
Laura, a su vez, siente una conexión especial con Sofía; ve en ella una
vulnerabilidad que le despierta un intenso instinto de protección.
Desarrollo
del Conflicto
Con el paso de los
meses, la relación terapéutica, aunque efectiva, comienza a cruzar límites
sutiles. Sofía empieza a llamar a Laura "la única persona que de verdad se
preocupa por mí". Le lleva pequeños regalos a la consulta (un libro, una
taza de café). Laura los acepta para no "dañar el rapport". Las
sesiones a menudo se extienden unos minutos más de lo pactado. Ocasionalmente,
Sofía le escribe a Laura por WhatsApp en la noche, compartiendo una canción o
un pensamiento, y Laura, para mostrarse accesible, responde amablemente. Laura
justifica estas acciones como parte de la construcción de una "alianza
terapéutica sólida" con una paciente de alto riesgo. Internamente, sin
embargo, reconoce que el afecto que siente por Sofía es cada vez más personal.
El conflicto estalla
cuando los padres de Sofía le comunican, de forma abrupta, que han aceptado una
oferta de trabajo irrechazable en Singapur y que la familia se mudará en dos
meses. Para Sofía, la noticia es devastadora. Lo percibe como el abandono final.
Esa noche, tiene una crisis severa, se autolesiona y le escribe a Laura un
mensaje desesperado: "Si me llevan, me mato. No puedo vivir sin ti. Eres
como mi mamá. Tienes que hacer algo".
Laura, alarmada, activa
el protocolo de riesgo suicida y contacta a los padres, quienes regresan de un
viaje de negocios. En la sesión de crisis, los padres, consumidos por la culpa,
le hacen a Laura una propuesta insólita. "Sabemos que usted es lo único
que le importa a Sofía", dice el padre. "Le ofrecemos pagarle el
triple de su tarifa actual para que continúe la terapia por videollamada. Pero
no solo eso. Necesitamos que esté disponible para ella 24/7, que sea su soporte
principal allá. Pídanos lo que sea, pero no la deje sola". La madre añade:
"Si el problema es la distancia, podríamos incluso explorar opciones para
que usted nos visite en Singapur de vez en cuando, todo pago".
Sofía, presente en la
sesión, se aferra a esta idea. "¡Sí! ¡Así puedes seguir cuidándome!",
exclama entre lágrimas. De repente, el rol de Laura pasa de ser terapeuta a una
especie de "soporte emocional a sueldo", una figura parental sustituta.
Laura se siente atrapada
en una tormenta emocional y ética. Por un lado, su instinto de cuidado
(reforzado por sus propias carencias personales) le grita que no puede
"abandonar" a Sofía en este momento crítico. Teme genuinamente que la
joven cumpla sus amenazas. La oferta económica es tentadora y, en su mente,
podría justificarla como una "intervención intensiva no
convencional".
Por otro lado, su
formación le grita que está frente a un abismo ético. La propuesta implica una
relación dual flagrante, borrando por completo los límites profesionales.
Fomentaría una dependencia patológica en Sofía, en lugar de promover su
autonomía y resiliencia. Se convertiría en empleada de los padres, con una
lealtad dividida que haría imposible la terapia objetiva. Su
contratransferencia (el deseo de llenar su vacío maternal con Sofía) está
nublando su juicio clínico.
Debe tomar una decisión.
Aceptar la propuesta podría calmar la crisis inmediata, pero sería una grave
falta ética con consecuencias desastrosas a largo plazo para la salud mental de
Sofía y para su propia carrera. Rechazarla y proponer un plan de transición
adecuado (que incluya la derivación a un terapeuta en Singapur) es lo correcto
profesionalmente, pero teme que Sofía lo interprete como el abandono definitivo
y actúe en consecuencia. La ética del cuidado, en su forma más pura, parece
chocar con la ética deontológica de su profesión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario