jueves, 4 de diciembre de 2014

“PARA QUE AMO LA VIDA, SI ESTOY CASADA CON LA MUERTE” (PARTE 2/3)

  
Hablábamos la semana anterior a cerca de como empezaron mis ideas y curiosidades sobre el tema de la muerte, teniendo su origen en una frase, título escogido para esta serie de tres entradas, y como “Kike” no sólo me enseñó cosas en vida, sino aún después de haber partido de este mundo.


Sin embargo, hubo otra pérdida familiar, que se dio justamente en todo lo opuesto a lo vivido con Kike, razón por la cual, para poder terminar de forjar mi pensamiento al respecto, era vital que ambas experiencias se dieran en el orden que se dieron, porque claramente para poder superar una pérdida cómo la que describiré a continuación, definitivamente había que tener una base firme, cómo la que Kike me dejó.

El 27 de Marzo de 2001, partía de este mundo mi abuelo materno, a quien todos cariñosamente llamábamos Kike. El 27 de Abril de 2003, es decir, dos años, y dos meses después fallece mi abuela materna, “la mima”, cómo igualmente todos cariñosamente le decíamos y por supuesto la esposa de toda la vida de mi abuelo Kike.

La historia de “La mima” es totalmente diferente, en parte porque mi relación fue incluso más cercana con ella, que con mi abuelo, y dos, porque, mientras a Kike siempre lo veíamos fuerte cómo un roble y aparentemente sin mayores achaques de salud hasta el día que falleció, de "la mima" debo decir que, cuando yo nací, por allá en el año 85, ella ya tenía una parálisis en la cadera derecha, y en el brazo izquierdo, por eso todos los recuerdos de casi 18 años de vida, son de “mi mima”, con su bastoncito y su mano izquierda siempre a la altura de su estómago. Por lo demás, debo decir que era una mujer extremadamente hermosa y conversadora como ninguna, tal vez una de las razones por las que yo pasaba tanto tiempo con ella, y sin duda eso debí de haberle heredado, lo conversador que soy. Pues bien, a pesar de su limitante física, debo decir que “la mima” era toda una trotamundos, viaje que le proponían, viaje que hacía (Otra buena herencia genética que me dejó). Estuvo una temporada en Ecuador donde una hermana de mi mamá. Todos los Diciembre sin excepción nos venía a visitar a la costa, y unos que otros meses adicionales durante el año que nos la traíamos para Barranquilla. De niño recuerdo largas caminatas que hacíamos los dos por las calles de Envigado – Antioquia, y las tomadas “de algo” en cualquier supermercado donde paráramos. Ya una vez separados por mi traslado de la ciudad, era incluso “más religioso que ir a misa”, la llamada todos los domingos, por su puesto donde hablaba con mis dos abuelos, pero en especial con “mi mima”.  Como buena familia Paisa a la que pertenezco, desde mis cuatro abuelos (los dos paternos que aún hoy en el 2014 viven) hubo una fuerte tradición Católica, dejándome en especial dos recuerdos para mi muy importantes de mi abuela. El primero cuando por primera vez fui acólito o monaguillo, recuerdo la felicidad que esto irradiaba en “mi mima”, y la segunda, muy relacionado con la anterior, cuando  ella en distintas oportunidades me decía que “Se soñaba con que yo fuera el obispo que oficiaría la misa del día de su muerte”. Lamentablemente este último deseo no se lo pude cumplir, ya que hoy tengo una hermosa familia (esposa e hijo) a los que amo profundamente (Cuanto me hubiera gustado que “mi mima” hubiera podido vivir un poco más y conocerlos) y también porque es bien sabido por muchos (y por los que ahora se enteran) de mi ruptura con la iglesia católica, lo que constituye en dos razones importantes por las que no podría ser “el obispo que oficiaría la misa del día de su muerte”.

Pero ¿Por qué de todas las experiencias que pude haber tenido con ella a lo largo de 18 años, justamente escojo estas dos?, siempre reflexioné esta pregunta con otra pregunta adicional ¿Qué significaba para mi abuela el concepto de muerte, que hablaba de su momento de partida, no como un hecho de temor y dolor, sino con un deseo y esperanza de algo que ella consideraba importante ocurriera? Me atrevo a afirmar, que, aunque estoy completamente seguro que mi abuela no se imaginó la forma en la que iba a partir, estoy igual de seguro que, desde el momento que empezaron sus limitaciones físicas, ella imaginó que sería cuestión de tiempo para que este hecho se diera, sumándole a su fuerte devoción católica, entendiendo no la muerte como ese “vil demonio cadavérico”, que los poetas y antiguos escritores (y ahora Holliwood) nos quieren presentar, 'que nos secuestra el alma, y nos la lleva quien sabe para dónde', sino por el contrario, entendiendo la muerte, como 'el paso necesario que tenemos que dar los seres humanos para el encuentro con lo divino', en el caso de mi abuela, con el Dios Católico-Cristiano.

Es importante dejar en claro que jamás hablé estos temas con mi abuela, uno, no creo que hubiese sido capaz de hacerlo, y si, tenía muchas preguntas e inquietudes sobre el tema, y mucho más después que Kike partió de este mundo, pero no tenía la madurez que puedo tener ahora, pero por años analicé esa frase de “tu vas a ser el obispo que oficie la misa de mi muerte”, y analizando el contexto de otras personas que la rodeaban a ella, y que me rodeaban a mí, en donde se presentaban fallecimientos de personas cercanas, el comportamiento y pensamiento de mi abuela, definitivamente era y es inusual, al común de las personas, justamente acostumbradas a ver la muerte como 'dolor, sufrimiento, y un vil demonio cadavérico, que de repente llega a robarnos el alma'.

“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.

Sin embargo, lamentablemente no todo es tan perfecto como lo narrado hasta el momento, el 31 de diciembre del 2002, mi abuela no alcanzó a desear feliz año. Al igual que ocurrió con Kike tampoco me encontraba presente, pues ese año no pudimos viajar a Medellín, y pasamos solo con mi Familia acá en Barranquilla, por lo que de ahí en adelante todo lo tuve que rearmar con los comentarios de mis demás familiares. Poco antes que se diera la feliz celebración de “Bienvenido el 2003”, mi abuela de repente se había quedado “ida”, no reaccionaba, ni hablaba, ni nada, solo, los ojos abiertos, y totalmente “ida”. Inmediatamente fue llevada al hospital y a las pocas horas se supo el diagnóstico. Mi abuela había recibido un infartocerebral, pero no le causó la muerte, al menos, no inmediatamente. A partir de allí, la vida de mi abuela y en general de la familia cambió por completo. Pasó de ser una gran trotamundos, a estar en principio internada en un hospital.

Inmediatamente se supo la noticia, al día siguiente mi madre tomó vuelo para Medellín, tal vez esperando lo peor en cualquier momento, y sólo hasta unos días después es que decidimos viajar también mi papá, mi hermano y yo. Al llegar a Medellín y acto seguido al hospital, entrar a la habitación y verla ahí acostada, me dije, 'algo en el universo no estaba bien', me repetía yo una y otra vez, al no entender en ese entonces, como alguien con la vitalidad de “mi mima”, la energía que irradiaba día a día, iba a terminar de esa forma. Si cuando Kike partió de este mundo, mi frase fue “Asíquiero morir yo”, estaba completamente seguro que el día que ocurriera lo mismo con mi abuela, iba a repetir lo mismo, pero no, lamentablemente no pudo ser así. Ella estaba simplemente acostaba en una camilla, con los ojos abiertos, y sin absolutamente ninguna reacción. Cuando me acerqué a ella, le tomé la mano, le di un beso en la frente, y ella se movió y hacía gestos o sonidos inentendibles, que no había presentado hasta entonces. El médico explicó que eso debía a que sabía que alguien importante para ella estaba cerca, y en su estado, era la forma de expresar su felicidad. Grandes sentimientos encontrados me invadieron en ese entonces.

La conversación con los médicos ese día fue en definir qué era lo mejor para mi abuela. En principio ellos pedían que personas cercanos a ella, como yo, estuviéramos cerca para ayudar en su recuperación, sin embargo al preguntarle sobre las posibilidades reales de que "mi mima" se levantara de esa cama, y volviera a ser la de antes, y al encontrar una total negativa de los médicos, supe inmediatamente que hacer cambios en mi vida, para quedarme cerca de mi abuela, no iba a servir de nada. Se optó entonces por no tenerla más en el hospital, sino llevarla a su casa, para que ella sintiera sus cosas cerca, su hogar, etc, y de allí en adelante poder llevar al menos tranquilidad en lo que quedaba de su vida. Y así fue, de ese enero de 2003, hasta abril del mismo año, mi abuela estuvo en su casa, con los cuidados médicos que hicieran falta. Recibía visitas constante, incluso muy seguidamente mi mamá y yo la llamábamos, le ponían el teléfono y nosotros le hablábamos desde Barranquilla. Sin embargo yo ya tenía muy claro que eso no era vida; no era vida, ni para ella, ni para las personas, que cerca o lejos, la rodeábamos. Finalmente el 27 de abril de 2003, un domingo, hacia el mediodía, sonó el teléfono, yo contesté, mi primo a la otra orilla con el tono de voz que tenía y diciéndome 'Jorge, pásame a tu mamá', yo ya sabía lo que había ocurrido. Treinta segundos después, la reacción de mi mamá me lo confirmaba todo. “Mi mima” se había unido en la infinidad deluniverso con Kike, o de acuerdo a su pensamiento Católico, se habría reencontrado con Kike en el cielo, a la diestra de Dios-Padre.

Mi reacción inmediata fue: “Por fin mi viejita descansó”. Al igual que la partida de Kike, en esta ocasión no me sentí triste, ni con dolor, ni nada, al contrario, estaba incluso aliviado. Mentalmente, “la mima” nos había dejado desde meses atrás, aunque su alma se negaba a dejar su cuerpo. Estadísticamente hablando, ¿cuantas personas logran sobrevivir a un infarto cerebral? Muchas horas de reflexión me llevaron a concluir si de pronto no hubiera sido mejor que ¿“mi mima” hubiera partido de este mundo el 31 de diciembre y en ese entonces ella hubiera descansado de una vez?

En la tercera y última entrada de este tema, veremos en sí las grandes conclusiones y enseñanzas que estas dos historias vitales en mi vida me han dejado, estando hoy totalmente convencido, que en el universo hoy brillan dos estrellas que constantemente están iluminando mi camino, acompañándome en todas las decisiones que tomo, y aunque físicamente no estén, aun me siguen enseñando cosas de la vida. ¿Para qué más son los abuelos sino es para esto?


JORGE ARANGO CASTAÑO
Psicólogo.
@jarangoc85

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