Cuando el terapeuta colgó el teléfono se sintió realmente preocupado. En sus 30 años de experiencia atendiendo pacientes de todos los trastornos posibles, nunca había visto un caso tan particular, y más aún, tener que hacer una atención de crisis a las 2:00am. Ella era una paciente irregular, no cumplía las citas con rigurosidad, pero en los últimos 4 meses las consultas de ella hacia él se habían incrementado. Ese día, a las 2:00am presentó un episodio de histeria, de aquellos que solo se recordaban en la literatura Freudiana, pero que ya rara vez se veían en la cotidianidad. El terapeuta debía salir de las comodidades de sus aposentos para desplazarse casi 20km de distancia de su hogar al sitio donde su paciente se encontraba. Una vez más, por treintava vez en 4 meses, se había quedado en su lugar de trabajo hasta esa hora, lo cual ya había sido clínicamente contraindicado por parte del terapeuta, pero esta no hacía caso. Ella vivía sola, y sin pareja alguna hace varios años, solamente se excusaba en su trabajo, al cual había llegado sin ninguna experiencia aparente y 4 meses después, los resultados no se le estaban dando, sin contar con que ninguno de sus compañeros de trabajo, que además eran sus subordinados, tenía empatía alguna con ella. Básicamente su vida laboral y personal, eran un desastre. Así, cuando la ansiedad se empezó a apoderar de ella cerca de las 1:30am, al darse cuenta que por más que avanzara laboralmente, no lograba evacuar, y pensar que se iría a su casa a llegar a la misma soledad de siempre, empezó a llorar de forma inconsolable y a rasgarse las vestiduras de una forma nunca antes vista; había recordado que en terapia había aflorado que se sentía como aquel personaje ficticio de algún canal de televisión, donde ella vivía sola, y hacía hasta lo imposible por encajar entre sus vecinos, pero por sus actitudes y acciones, solo recibía burlas y sobrenombres que todos, tanto niños y adultos, le ponían. Los vigilantes del lugar al darse cuenta de lo ocurrido quisieron llamar a emergencias, pero ella no lo permitió y como pudo dio las indicaciones para que se contactaran con su terapeuta. Cuando este por fin llegó a aquel apartado sitio, no le quedó más remedio que sedarla y remitirla a un centro asistencial de reposo por un par de semanas, con estricta vigilancia médica. Curiosamente, y como si la vida también se quisiera burlar de ella, en dicho centro le asignaron la habitación 71.
JORGE ARANGO CASTAÑO
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May 30 de 2019
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