El desespero la estaba carcomiendo. Tenía más de 5 meses en esta nueva ciudad a la cual no lograba adaptarse del todo. Cerca de sus 40 años prácticamente estaba empezando de cero, sin pareja hace algún largo tiempo, sumida en un mar de trabajo del cual no dominaba del todo, y no le permitía realizar otras actividades extralaborales, o tal vez, por algún temor irracional extraño, era ella quien se sumergía a propósito en ese mar de trabajo evadiendo otros contactos con la sociedad. Sea cual sea la verdadera causa, la realidad es que el desespero carnal la estaba carcomiendo. Poco interactuaba con sus compañeros de trabajo en temas distintos a lo laboral, pero si escuchaba atenta como entre ellos compartían sus historias de vida familiar, en pareja y con hijos, mientras ella solo se veía a un espejo con su nueva compañera, llamada Soledad. ¿Algún día viviría alguna de las historias que oía con recelo de sus compañeros de trabajo? Recordaba con desdén a su última pareja, y lo mal que lo había pasado, y tal vez el culpable de su situación actual, pero en el fondo hasta añoraba y recordaba los pocos momentos felices y de placer que vivieron. No aguantó más. Extrañas sensaciones se apoderaron de su cuerpo y su lugar de trabajo no era muy privado tampoco, y la soledad de su hogar estaba bastante distante, así que con disimulo pero con rapidez, se dirigió al baño y se encerró en una de las cabinas. Sabía que solo había una forma de intentar aplacar esas añoranzas y deseos que hoy sentía, y cual adolescente, desabrochó los botones de su pantalón y con sus dedos empezó a explorar en sus intimidades. No recordaba cuando fue la última vez que lo había hecho, pero hoy lo sentía como manjar de los dioses. El éxtasis era apoteósico, y no tardó mucho en explotar en un mar de sanciones y fluidos. Tanto fue que sus pantalón se vio salpicado y esto la hizo volver a la cruel realidad. ¿cómo iba a ocultarlo ahora?, se preguntó. Trató de limpiar lo más que pudo, y con la misma agilidad y rapidez con la que había entrado al baño, se sentó en su puesto de trabajo y de ahí no se movió en las próximas 6 horas hasta que se fue el último de su compañeros de trabajo, convencida que nadie se había dado cuenta. O eso es lo que ella creía...
JORGE ARANGO CASTAÑO
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Jun 13 de 2019
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