Sus días eran aburridos. Sabía que rayaba en la depresión. Tenía un trabajo que apenas le daba para vivir pero era prácticamente invisible para sus compañeros. Nadie lo tenía en cuenta para nada nunca y prácticamente no se percataban si iba o no a trabajar. Tampoco tenía amigos ni pareja, era prácticamente solitario. Su personalidad era muy extraña, hablaba sólo constantemente, se comunicaba con los objetos que tiene en sus manos. Era común verle hablar a lapiceros, gorras, al computador, las sillas, etc. Aún así su trabajo era satisfactorio, pero nadie quería relacionarse con él. El fin de semana decidió ir a la playa. Se sentó en una silla y disfrutaba del día y al estar totalmente solo, hablaba con sus gafas de sol, su toalla y demás cosas... La gente que estaba a su alrededor empezó a darse cuenta de su extraño comportamiento, y murmuraban entre sí. Él se dio cuenta que al lado suyo se sentaron dos mujeres hermosas, que llamaron la atención de todos los presentes. Se puso muy nervioso al tener a esas mujeres a su lado y se puso a hablar con sus objetos. Una persona que lo miraba de lejos no entendía su comportamiento. Literalmente le estaba hablando a sus lentes de sol. Los tenía a la altura de sus ojos pero sin ponérselos, como si una persona invisible a pocos centímetros de su rostro fuera el usuario de esos lentes, solo que él los sostenía con sus manos y le hablaba. Quien lo observó de lejos no aguantó la curiosidad y sigilosa y disimuladamente se acercó a dónde él para analizarlo. Descubrió que definitivamente sí le estaba hablando a sus gafas de sol aprovechando el vidrio de estos para expiar con disimulo a las hermosas mujeres que tenía a su lado. Quien se acercó a analizarlo, siendo psicólogo, concluyó que se trataba de un típico caso esquizofrenia pasiva.
JORGE ARANGO CASTAÑO
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Ago 1 de 2019
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