El día inició bien temprano como de costumbre. A sus 72 años se despertó a las 4:38 am como lo indicó su reloj biológico, pero ese día, no sería igual a los demás. Con un poco más de prisa que de costumbre, hasta donde las fuerzas de su grueso, pero delicado cuerpo se lo permitieron, preparó una aguapanela caliente con un par de arepas que había en la vieja nevera y los untó de los últimos regazos de una mantequilla que ella se negaba a que se acabara definitivamente para desayunar con su esposo desde hace 55 años y único compañero de vida que le quedaba. Sus 7 hijos vivían todos en otras ciudades, y a ellos les había tocado la vejez solitos. Ese día sería diferente y estaba cargado de muchas emociones encontradas. Solo su marido había alcanzado una pensión por exactamente el salario mínimo con lo que pagaban a ras los servicios públicos y los medicamentos que ambos consumían producto de los achaques de vejez que ambos tenían. Si bien el pasar de los días, se dedicaban a los pocos que haceres de la casa y a vender unos cuantos fritos en la puerta de su hogar con lo que les dejaba lo justo y necesario para tener unos bocados de comida diaria, ese día no podría seguir con su rutina normal, pues producto de un fuerte dolor que le aquejaba en la parte lumbar y que a veces no la dejaba dormir, hace 4 meses le asignaron para hoy, una cita con el especialista de la EPS. Los dolores que había sentido durante esos últimos meses de su vida, no se comparaban ni con los 7 partos que tuvo cuando nacieron sus hijos, y tenía la esperanza que por fin el médico especialista la atendiera, por lo que se apresuró a terminar las poquitas cosas que tenía pendientes para prepararse a salir a su cita. Su esposo, que se movía casi a la misma velocidad de ella también productos de unos achaques de salud, dijo que la acompañaría a su cita médica, porque así se lo había prometido al cura cuando los casó hace 55 años, "yo estaré siempre contigo mi amor, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad... amén". Así pues, siendo casi las 6:25am, salieron de su hogar rumbo a la paradero del alimentador del transporte masivo de su ciudad, que se encontraba a poco más de dos cuadras de la puerta de su casa. Esperaron alrededor de 35 minutos que el alimentador pasara, se subieron, y se dirigieron a la estación más cercana donde tomarían el articulado que los llevaría a la cita médica. Debían llegar antes de 10:00am y el uso del sistema masivo de transporte era la única alternativa de movilidad que tenían, sus recursos no le permitían otra opción. Así pues, al llegar a la estación principal, se dirigieron al articulado que les corresponde, y emprendieron el nuevo viaje. Pasados unos 35 minutos del mismo, de repente, todo cambió. El articulado se detuvo súbitamente. Los pasajeros, incluyendo el par de ancianos, veían por la ventana como un grupo de manifestantes bloquearon la vía por donde se trasladaba el articulado en el que viajaban e interrumpían el tránsito normal. Se escuchaban a través de las ventanas los gritos de arengas, algunas entendibles, otras irrepetibles y algunas racionales, sin embargo el tráfico seguía detenido, habiendo pasado ya más de una hora sin avanzar. Ambos viejitos se miraron desconsolados el uno al otro. No se podían bajar del articulado porque era la mitad de la calle, y en caso de poder remotamente poder hacerlo, ¿qué harían? Sus recursos no les permitía tomar ningún otro tipo de transporte, ni siquiera para regresar a su hogar, o para intentar llegar a la cita médica que le habían asignado desde hace 4 meses. El desconsuelo era total y ella, con lágrimas en los ojos le preguntaba a su marido "¿mijo, qué culpa tenemos nosotros que no tenemos recursos, de esta protesta? ¿por qué nos interrumpen nuestra libre movilización haciéndome perder una cita médica que me asignaron hace 4 meses?, ¿duraré otros 4 meses con este fuerte dolor mientras me asignan otra cita, porque los que manifiestan nos bloquean las calles, mientras que los verdaderos culpables, si quieren ir al 'dotor especialista' le asignan la cita para el mismo día, y se desplazan en sus lujos carros, por calles diferentes a las bloqueadas?, mijo, ¿qué culpa tenemos nosotros?" El marido, también con lágrimas en los ojos, suspiró hondo y solo pudo abrazarla, porque no había palabra alguna que explicara, lo absurdo de lo que estaban viviendo.
JORGE ARANGO CASTAÑO
Todos los derechos reservados
Dic 5 de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario